25 febrero 2021

 



Quiero cantar la alegría de vivir
–¡para ti es mi música, Señor!–.
Quiero que mi vida sea una entera alabanza
a tu inquebrantable ternura.
¿Cuándo saciarás mi deseo?
Mi conducta será entonces un poema
de confianza y abandono;
en lo más recóndito de mi ser
tu nombre me inspirará la rectitud para con mis hermanos;
no admiraré las bravuconadas de los que se creían a salvo,
ni me recrearé en los pasos perdidos
de los que creyeron hacer de su orgullo un camino sin trabas.
Por el contrario, mis ojos estarán atentos
a descubrir todo lo bueno que pueda haber
en cualquier hombre y en cualquier situación humana,
porque todo lo bueno procede de ti.
Enmudecerán al ver que mi alegría
no es la del dinero ni de aquello
que se compra con dinero; sino que mi alegría
es más fuerte y duradera porque se enraíza en ti
y en el amor que de ti nos envuelve.
Mis amigos serán también de los que buscan tu rostro;
y con ellos, día tras día, entonaré mi acción de gracias en
tu presencia.
La verdad colgará de nuestros labios
como fruto de dulces entrañas compartidas;
y así terminarán por bajar la cabeza
los que propagaban su altiva razón como estilo de vida
y la trampa al hermano como medio de alcanzar
sus metas de avaro bienestar.
La plaza mayor de la libertad humana
estará repleta de los que invocaron tu nombre;
de los que protagonizaron tu salvación
dejándose salvar por ti.
Quiero cantar la alegría de ser tuyo
–¡para ti es mi música, Señor!–.
¿Cuándo saciarás este mi más alto deseo?

(Antonio López Baeza)

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