09 febrero 2021

 


Los padres del desierto cuentan la historia de un hermano que cometió un día una falta. Los más ancianos se reunieron y enviaron a decir al abad Moisés que fuese para juzgarlo. Pero él no quiso ir. Entonces enviaron a uno para que le dijera: «Ven, pues te esperan todos los hermanos”» Y vino, tomó consigo una espuerta muy vieja, la llenó de arena y se la echó a la espalda. La arena se iba derramando por el camino.

Los hermanos, saliendo a su encuentro, le preguntaban: «¿Qué es esto, padre?». Y el anciano les dijo: “Mis pecados se escurren detrás de mí, y no los veo, y ¿voy a juzgar hoy los pecados ajenos?».

Al oír esto los hermanos no dijeron nada al culpable y lo perdonaron. Pues «cada vez que tapamos el pecado de nuestro hermano, Dios tapa también el nuestro. Y cada vez que denunciamos las faltas de los hermanos, Dios hace lo mismo con las nuestras».

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