30 septiembre 2019

Autor desconocido
Me llamas a convertirme en agua para el sediento, en risa para quien llora, en tiempo del que está solo. Me pides que me transforme en brisa para el cansado, en techo para quien vaga, en cura para el enfermo. Me dices: «Sé luz para el ciego, y palabra para el mudo, sé las piernas del herido que no puede sostenerse». Me llamas a convertirme, Señor, Y aquí estoy. Débil, con toda mi pobreza, sin saber bien cómo responder, por dónde empezar o qué pasos dar. Pero aquí estoy, Señor. Y tú me llamas a convertirme. 
(José María R. Olaizola, SJ)

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