18 septiembre 2016


Todos apreciamos el valor de la experiencia. Tenemos la necesidad de acudir a las personas mayores en busca de guía y consejo, pues su conocimiento del mundo, de la vida y de la gente son una fuente invaluable para tomar decisiones.

La experiencia es el conocimiento adquirido en el transcurso de nuestra vida, ayudándonos a tomar mejores decisiones ponderando posibilidades y riesgos; aprendemos en la intimidad de nuestro ser, en la familia, con los amigos, a través de la lectura, en el trabajo. A pesar de todo esto, muchas veces seguimos tomando decisiones a la ligera, cometiendo los mismos errores y cerrando nuestros oídos a los consejos que nos brindan personas con mas visión que nosotros.

Aunque la edad es la que aporta experiencia, cada momento de nuestra vida ofrece un nuevo conocimiento y un panorama más amplio sobre cada circunstancia, nuestro pensamiento y actitudes se van modelando paso a paso, dando como resultado la madurez.

La experiencia es conocer a las personas, sus reacciones y las costumbres sociales; es también la paciencia para afrontar las contrariedades; forma una capacidad para hacer analizar con más profundidad los acontecimientos relacionando vivencias pasadas y adecuándolas al presente para emitir juicios más precisos, además de una marcada serenidad para tomar decisiones.

A diferencia de otros valores, la experiencia no es fácil de construir de manera activa. Podría decirse que la experiencia en su forma básica se modela con los golpes de la vida. Sin embargo sí podemos tener una actitud alerta y vigilante que nos permita sacar el máximo provecho de todas las circunstancias de la vida.

La experiencia es un valor fundamental en muchos ámbitos de la vida: con la pareja, en el trabajo, al tomar decisiones económicas.

Nuestra vida debe ser una rica variedad de sensaciones, acontecimientos y encuentros. La experiencia solo se modela viviendo y aprendiendo. Es ahí donde tenemos una diferencia fundamental con otros seres vivos. Los seres humanos no solamente aprendemos de los impulsos directos de nuestros sentidos (calor, frío, dolor), sino que somos capaces de analizar la información y generar nuevas alternativas.

El vivir la vida con profundidad y un esfuerzo por aprender de ella genera una percepción más exacta de la realidad, y en esa medida podemos darle su justa medida a todo. La experiencia nos ayuda a percibir la realidad como es, no como nosotros queremos que sea. Y esa percepción más exacta de la realidad nos lleva a tomar mejores decisiones, a ser más justos, a medir más nuestros impulsos. La experiencia y la prudencia van tomadas de la mano.

1 comments :

Qué gran verdad, Angel.
Un abrazo. Buen domingo.

Reply

Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.