16 julio 2015


Cuando somos conscientes de nuestros fallos y nos damos cuenta que no podemos conseguir lo que nos propusimos, nos sentimos mal, nos culpamos, nos castigamos y nos machacamos por dentro. Esto no nos beneficia, la insatisfacción se instala en nosotros.

Ser exigente, más que una virtud a veces puede convertirse en un defecto que nos traerá problemas y disgustos con nosotros mismos y con los demás. La exigencia puede volvernos intransigentes con los demás y con nosotros mismos. No se puede pedir a nadie más de lo que es capaz de dar, ni esperar que los demás sean como nosotros queremos. No todos tenemos las mismas capacidades, ni los mismos gustos, ni las mismas aspiraciones, ni vemos la vida con el mismo prisma.

Comentarios:

Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.