09 junio 2021

 


En la oscura argamasa de mis días, sobre el barro endurecido de mis miedos, apareces con el pan que necesito del consuelo y de la escucha, del ¡te quiero! y la conversación. Si, a menudo, no te siento, aquí, a mi lado, ni adivino tu presencia en mis problemas, tu palabra me sostiene en el vacío anunciando que volverás, que vendrás a disolver lo que ahora me acongoja. ¡Ven! Disuelve la cascada de aguas oscuras que empantanan mi memoria hasta la ofuscación. Disuelve las palabras crueles y asesinas, que tan a su antojo transitan por mis venas, desangrando lentamente la ilusión. ¡Ven! Disuelve esta sensación de soledad, de separación, en la que a veces me aletargo. No dejes que me suelte de los lazos del amor, de la verdad, de la tierra a la que Tú ligaste, para siempre, mi raíz. Si Tú vienes, podrá encontrar mi lengua su saliva, mis ojos llorar ¡al fin! sus desalientos, mis manos, con las tuyas, tocar lo inalcanzable, mis pies andar descalzos, por fuego, mar y tierra y el corazón disolver sus trombos en tu misericordia.

 (Seve Lázaro, SJ)

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