21 agosto 2018

 San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.
Adaptación de Mc 10, 17-27

Un muchacho (o podría ser también una chica, o un padre de familia, o una abuela con mucho recorrido a la espalda. O también podrías ser tú, en tus circunstancias…), supo que Jesús andaba cerca. Salió a la calle y al encontrarlo le invitó a tomar algo. Se sentaron juntos a tomar un café, y aprovechó para preguntarle, “Oye, Jesús, tú que eres bueno, ¿qué tengo que hacer yo para que mi vida sea plena?” Jesús le miró, y le dijo: “Supongo que lo que pone el catecismo, ¿no? Ya conoces los mandamientos y las leyes de la Iglesia”. El chaval hinchó el pecho, muy contento, y le dijo: “Ah, entonces voy por el buen camino. Porque todo eso lo cumplo. Yo voy a misa todos los domingos, y fiestas de guardar. Y doy limosna. Y ayuno en Cuaresma. Y voy a catequesis. Y estoy en un voluntariado. Y cada noche rezo con Rezandovoy…” Entonces Jesús le interrumpió. “Verás, te falta una cosa. Hay muchas cosas que posees, y te da miedo quedarte sin ellas. Pero deberías darlas, o venderlas, y repartir lo que tengas con quienes lo necesitan más. Da tu dinero, tu tiempo, tu talento, tu simpatía, tu fe, a quienes no lo tienen, y tu vida será plena. Y sígueme”.

Entonces el chico se levantó, pagó la cuenta –sin dejar propina– y volvió a su casa bastante fastidiado, y publicó un mensaje en las redes sociales que decía: “Tampoco hay que tomarse las cosas tan en serio”.

Entonces Jesús les dijo a sus amigos, los de hace mucho tiempo y los de ahora: “Es muy difícil que quien vive para acumular entre en el reino de los cielos. Porque el reino es de quien confía en Dios y en el prójimo, no en el dinero o las riquezas”.

Alguno de los discípulos contestó: “Hombre, ¿con lo cara que está la vida? ¿Cómo no te vas a preocupar por el dinero? ¿Quién puede ser libre de eso?” Y Jesús les miró con ternura, como me mira también a mí, y les dijo: “Nada es imposible para Dios”.

Rezandovoy

Comentarios:

Sepamos ofrecer lo mejor de nosotros. Bienvenida la crítica, acompañada siempre de la cortesía.